Por Anahí Medina
Xalapa, Ver.-La música siempre estuvo presente desde su infancia con las composiciones de Mozart que su padre escuchaba en el auto y las enseñanzas de su abuelo Raúl Loeza Hernández, quien fue miembro de la Orquesta Sinfónica de Xalapa (OSX) por 46 años.
El concierto para violín en Re Mayor, Op. 35, compuesto por Tchaikovsky -considerado uno de los más difíciles de interpretar-, marcó la vida de Carla Givette Loeza Beureth, una joven de 22 años.
“La primera vez que lo escuché solo podía pensar en que tenía que tocar eso algún día, lo veía muy lejano, pero con ese concierto me titulé”, afirma.
Inició su camino en la música a los seis años, cuando su madre llevaba a sus hermanas a una escuela de iniciación artística. No se quiso quedar atrás y entró al Centro de Iniciación Musical Infantil (CIMI), eligiendo el violín como instrumento, la ha acompañado por más de 16 años.
De cabello largo y obscuro, cejas pobladas y sonrisa amable, Carla aún guarda el porte de aquella niña, pero ahora se nota más la confianza al momento de tocar aquel instrumento que parece una extensión más de su cuerpo.
Fanática del rock y eterna adoradora de las novelas – Benedetti y Haruki Murakami entre sus favoritos –, la violinista ensaya cuatro horas diarias y dedica su tiempo libre a terminar su tesis de la licenciatura en Lengua Francesa.
“Siempre me decían que de chiquita cuando me ponía en el escenario era el porte, se notaba que estaba segura, estaba súper seria, no me reía ni nada”, rememora la instrumentista que tuvo la oportunidad de tocar en el Conservatorio de Nantes, Francia.
Su primer mentor fue Aquiles Casana, quien al notar su talento la motivó a seguir estudiando y presentar el examen para la facultad de música de la Universidad Veracruzana (UV). En 2008, cuando tenía 10 años fue aceptada en la facultad, ese año solo fueron elegidas tres personas de 27.
Dentro de la facultad tuvo como maestro al músico Alain Fonseca Rangel, violinista de la OSX, quien la acompañó durante los 10 años de la licenciatura y ha sido como un segundo padre.
En el 2018 metió sus papeles para una movilidad a Montreal Canadá, sin embargo fallas administrativas le frustraron el sueño. No quiso perder la oportunidad e ingresó sus papales a un nuevo destino: Cuba, donde estudió en la Universidad de las Artes en 2018.
“Cuba fue un parteaguas para mí en todos los aspectos, sufrí un poco pero lo agradezco muchísimo por todo lo que aprendí. En la carencia es cuando más valoras hasta el papel de baño, porque al final de semestre veías las partituras en el baño para limpiarte, porque ya no había papel”, relata.
Esa movilidad la hizo darse cuenta que si bien su nivel musical era bueno, aún había mucho que trabajar. Al regresar a Xalapa, sus maestros y amigos le reconocieron que había mejorado mucho, comenzó a tener más confianza en sus interpretaciones.
“Todo lo que sufrí en Cuba, la vida me lo regresó en cosas muy buenas en Francia”, explica la violinista que volvió a irse de movilidad, ahora a Nantes como parte de la licenciatura en Lengua Francesa.
“En Cuba siempre hay eventos, contrario a la UV que solo te presentas cuando hay recital o examen, eso es cuatro veces al año y para un artista es poco porque tienes que perderle el miedo al escenario. En cambio en Francia le ponen más atención a la interpretación”, confiesa.
En un inicio la idea era que solo estudiara lengua francesa en la Université de Nantes, pero no quiso perder la oportunidad y comenzó a tocar puertas hasta que pudo entrar al Conservatorio de Nantes, donde además pudo estudiar música.
“Cuántas personas no quisieran venir a Francia y estar en un conservatorio, me sentí muy orgullosa. Si me preguntas, hace tres años no me hubiera plantado frente a una maestra a decirle que me escuchara y me diera una oportunidad”, explica.